El hecho de generar teorías, crear verdades absolutas, por más que jamás sean probadas ni aceptadas por el común de las personas, generan en torno a uno mismo y por debajo de los talones, una pequeña emanación de seguridad sobre la cual es placentero transitar. Sería algo así como caminar sobre algodones; con la particularidad de que, cuando uno lo desee, no tiene más que tumbarse y comenzar a rodar pendiente abajo. Y así es como funcionan las verdades absolutas. Es mentirse a uno mismo un rato, para rodar pendiente abajo, mullidamente, otro rato, hasta que…oh no! Nuestro cuerpo (que ya había cerrado los ojos, y se había abstraído de la existencia del mundo real) se topa violentamente con un letrero que le impide seguir rodando. El letrero grita: “Todo es relativo, nada es absoluto” y nos golpea fuertemente en el omóplato. Claro, nuestro cuerpo se encuentra herido después de semejante golpe y ya no puede seguir rodando sobre algodones. Sin embargo, decide hacer un paréntesis en su real existencia que lo transforma en cuerpo que siente dolor y tiene terminaciones nerviosas, y corre hacia la cima de la pendiente. Y seguirá rodando, con sus ojos cerrados, por la sencilla razón de que esto es simplemente hermoso y le genera un inmenso placer. Y el letrero seguirá ahí, en la base de la pendiente, mirándolo amenazadoramente, y se topará con él muchas veces más. Y de eso se trata.
He dicho.
Comentarios
Un saludo grande
Magui
El secreto -pienso yo- está en no mediatizar la verdad.
Un cordial saludo
joth