Siluetas


Siluetas recortadas, en la sombra. Adentro de la noche.

Inmensas.

Minúsculas.

Se entrelazan y, en el fondo: música.

Por momentos son animales. Por momentos, personas. Tienen cabeza. Cuerpo. Y
hendiduras.

Son niños. Bestias. Gatos. Mujeres. Cerdos. Pavos reales. Hombres. Gallos de pelea.

Las plumas también tienen sus huecos. Los ojos, también. Las sonrisas. Las orejas. Las
polleras.

Bailan.

Una luz blanca se proyecta en la pared.

Se invierten. Cabeza abajo. Están en el techo. En el piso. En el colchón. Pasean por los
rincones. Se recorren.

Son sombras, en la oscuridad.

Se acercan a un mueble. Lo atraviesan. Lo habitan. A una lámpara. Juegan a que la
lámpara, esa esfera blanca, es el mundo. Juegan a habitar ese mundo. A hacerlo propio.

Inmensas, cuando se acercan a la luz. Y minúsculas, cuando se alejan. Se acercan y se alejan. Sacuden los cuerpos, y todo lo demás. Lo vacío y lo lleno. La luz y la
oscuridad. El día y la noche.

Bailan.


Se persiguen. Se esconden. Se encuentran. Se entrelazan.

Una mano, adentro de un ojo.

La cola de un gato, adentro de una oreja.

El pico de un pavo real, adentro de una sonrisa.

Él, adentro de ella.

Y el amor, adentro de cada sombra.

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