¿Alguna vez te preguntaste por qué tu nariz tiene esos dos orificios tan ridículos?
Sí, justamente: esos. Pues te lo diré.
Resulta que, en nuestros orígenes, no éramos más que grandes pimenteros. Uno y cada uno de nosotros. Desde nuestros orificios nasales no hacía más que caer pimienta. Negra, blanca y hasta anaranjada; que condimentaba los manjares de los dioses. ¡Deberías sentirte orgulloso de tenerlos aún contigo!
Y ahora ya lo sabes, Nicanor. Cuando te pique la nariz, recuérdalo bien. No se trata de una simple alergia ¡¡ Son tus orígenes!! Así que ten un poco de respeto, y deja de rascarte. Sácate el dedo de una vez. No, no tienes pimienta ahí adentro. Ya no más. Así que no te hurges.
¿Y por qué? Bueno, muy sencillo. No éramos tan sólo simples pimenteros. ¿Qué te has creído? Éramos mucho más que eso. Con nuestros cabellos también solían limpiar las telarañas de los marcos de las puertas. ¡Y estaban tan contentos con nosotros! ¡Nos amaban! Pero, con el tiempo, fue haciéndose cada vez más complicado utilizarnos para ambas cosas a la vez. Las sopas, pucheros y demás manjares divinos, comenzaron a llenarse de arañas, telarañas, y pelos; que flotaban y se enredaban con las lenguas y las cucharas. Muy desagradable, Nicanor. ¡Imagínate! ¿Y las puertas? Bueno... ¡Apestaban! ¡Ya nadie se animaba a atravesarlas!
Fue así que resolvieron, finalmente, convertirnos en simples mortales. Útiles para nada. Pero eso sí, criaturas adorables. Y eso es lo que tú eres hoy. Así que considera a tus orificios nasales y a tus bucles pelirrojos, como souvenirs de una fiesta a la que nunca fuiste invitado.
Ahora ya lo sabes, Nicanor, ya lo sabes todo.
¿De dónde sacas semejantes preguntas? Yo no sé.
Sí, justamente: esos. Pues te lo diré.
Resulta que, en nuestros orígenes, no éramos más que grandes pimenteros. Uno y cada uno de nosotros. Desde nuestros orificios nasales no hacía más que caer pimienta. Negra, blanca y hasta anaranjada; que condimentaba los manjares de los dioses. ¡Deberías sentirte orgulloso de tenerlos aún contigo!
Y ahora ya lo sabes, Nicanor. Cuando te pique la nariz, recuérdalo bien. No se trata de una simple alergia ¡¡ Son tus orígenes!! Así que ten un poco de respeto, y deja de rascarte. Sácate el dedo de una vez. No, no tienes pimienta ahí adentro. Ya no más. Así que no te hurges.
¿Y por qué? Bueno, muy sencillo. No éramos tan sólo simples pimenteros. ¿Qué te has creído? Éramos mucho más que eso. Con nuestros cabellos también solían limpiar las telarañas de los marcos de las puertas. ¡Y estaban tan contentos con nosotros! ¡Nos amaban! Pero, con el tiempo, fue haciéndose cada vez más complicado utilizarnos para ambas cosas a la vez. Las sopas, pucheros y demás manjares divinos, comenzaron a llenarse de arañas, telarañas, y pelos; que flotaban y se enredaban con las lenguas y las cucharas. Muy desagradable, Nicanor. ¡Imagínate! ¿Y las puertas? Bueno... ¡Apestaban! ¡Ya nadie se animaba a atravesarlas!
Fue así que resolvieron, finalmente, convertirnos en simples mortales. Útiles para nada. Pero eso sí, criaturas adorables. Y eso es lo que tú eres hoy. Así que considera a tus orificios nasales y a tus bucles pelirrojos, como souvenirs de una fiesta a la que nunca fuiste invitado.
Ahora ya lo sabes, Nicanor, ya lo sabes todo.
¿De dónde sacas semejantes preguntas? Yo no sé.
Comentarios
La culpa la tiene la pimienta!
faltan coments en el blog asi q atrevi a postearteÑ___Ñ
si quiere pase por mis blogs
marianoenelmundo.blogspot.com
unataza.blogspot.com
saludos niña!