Una caja

En junio habían traído a la despensa una gran caja de cartón. Podría haber pasado desapercibida, claro.
 Pero no. Algo peculiar había en ella. La pregunta era ¿qué?  ¿Un bigote? Siempre había esperado tener uno…¿Pero te lo traían así? ¿En caja cerrada? No…seguro que no. ¿Un caballo? Demasiado grande. Olería mal.
Entonces ¿qué? ¿qué? ¿qué?
De pronto…un sonido. La caja empezó a moverse y, finalmente, se abrió. ¡Un pato!
¡Sí! ¡Con el hambre que tenía!
Fui a buscar las naranjas…qué deliciorrr! Justo estaba encendiendo el horno, el fósforo se consumía en mis dedos. Y el pato me preguntó. “¿con qué pato a la naranja?”.
¡Qué momento!
Horas, horas y horas hablándome sobre su infancia terrible. Su encierro en esa caja, tan incomoda. Su consecuente dolor corporal. Su carencia de afecto y comprensión. Sus problemas de autoestima.

Hoy duerme en mi cama. Un pato muy convincente.

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