vive Doña Carola,
que de tanto freír ajo,
ensució tres cacerolas.
Mientras Carola medita,
revuelve la provenzal,
y le da una probadita,
para ver si falta sal.
Su marido que regresa
esa tarde del trabajo.
Dice, cuando la besa,
que su boca huele a ajo.
Que no lave cacerolas.
Que no use detergente.
Que su Querida Carola
vaya a lavarse los dientes.
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