Como sacados de un molde

Como sacados de un molde.
Como gelatina sin sabor.
Como galletitas de paquete.
Un día, todos fuimos el mismo.
Justo un jueves. Jueves 4 de Agosto de 1990.
Y ese mismo día, me enamoré de Renata.
Éramos tan parecidos…

- ¿De qué signo sos?
- Capricornio ¿Vos?
- Capricornio.
- ¿Pechuga o pata?
- Pechuga ¿Vos?
- Pechuga.
- ¿Playa o montaña?
- Playa ¿Vos?
- Playa. Pero en temporada baja.
- Sí, en temporada baja, claro.

Hablar con ella era como jugar al memotest, y levantar siempre dos fichas iguales.

- ¿Alguna alergia?
- Al dulce de batata ¿Vos?
- Al dulce de batata, también.
- ¿Dónde te brotás?
- En el omoplato.
- ¡Yo también! ¿Izquierdo o derecho?
- Izquierdo.
- Yo también.
- ¿Un sueño recurrente?
- Que me encierran adentro de un baño ¿Y vos?
- Lo mismo.
- ¿El baño de tu sueño tiene bidet?
- Sí. ¿Y el tuyo?
-¡También!
- ¿Azulejos color…?
- ¡¡Turquesa!!
- ¡¡Turquesa!!

Y así, sin más: nos enamoramos.
El 6 de agosto, nos mudamos juntos. Una convivencia PERFECTA.

Era comprar roquefort en el supermercado saber que a Renata le iba a gustar era dejar pelos en la ducha saber que Renata se sonreiría al mirarlos era que me pique el omóplato izquierdo saber que Renata lo rascaría al instante nos despertábamos a la misma hora teníamos ganas de cenar el mismo plato el sexo era increíble sabíamos qué dónde y cómo era lo que el otro deseaba el canal de televisión que quería sintonizar dormirnos a la vez respirar roncar a la vez para despertarnos una vez más uno junto al otro.

Pero un día algo pasó volando por la ventana: la certeza de que no duraría.
No llegó el mes de septiembre. Nunca llegó.
Estábamos a 30 de agosto, y se hizo 31, y al día siguiente 32. Y así.

El 33 de agosto nuestra relación estaba más consolidada que nunca.
Íbamos a todos lados juntos. A veces sentía un olor rancio. Sudor, pegamento. En mi trabajo ya no me miraban con respeto. Pero veinte dedos tipean más rápido que diez, repetía yo. Repetíamos ambos. Y en el almuerzo compartíamos un sanguche de pavita, con mucha mucha mayonesa y nos acariciábamos frenéticamente, a la vista de todos, a pesar de todos.

Compartíamos el asiento, la cama, la comida, la casa, la pasta dental, la tele, los libros, la mugre, las opiniones, el aire, el enojo, los resoplidos, el cansancio. Todo. Desde lo más hermoso hasta lo más miserable de cada uno.

El 38 de agosto noté que mi omóplato izquierdo había dejado de picarme. Hacía días que ya no me picaba. No estaba más. En su lugar ahora estaba Renata, adosada a mí.

Y finalmente fue el 39 de agosto, cuando algo terrible ocurrió.

Nos separamos. Sí, dolió. Y nunca más la volví a ver, ni volví a saber de ella.

El 40 de agosto, fue el día más feliz de mi vida: me fui a una plaza a comer dulce de batata, solo.

Al día siguiente, comenzó septiembre

Comentarios

Me sorprendio este texto, algo tragico, justamente por q me recuerda epocas en q me sentia asi.
Es un exorcismo literario ( llamese catarsis para los seguidores del dios freud) o algo asi?
Me gusta pensar q hay en su cabeza, supongo dulce de batata,
Me quedo con el dulce de batata.
Me resigno a negar el msn, por cariño a los humanos.
Saludos burina, la veo en la clase.
Alan dijo…
¡Hola prima! No sabía que tenías estos blogs, pero ahora les voy a echar un vistazo, a ver qué tal. De momento, este cuento me gustó mucho. No tenía ni idea de que escribías. Por cierto, yo también lo hago, y tengo un par de e-books publicados con un estilo bastante parecido. Bueno, voy a seguir mirando, que todavía no vi tus ilustraciones. Saludos desde Barcelona.
Anónimo dijo…
vi esta entrada en otro blog, pero no me pude resistir a darle un vistazo al tuyo....me ha encantado lo que escribes....saludos.