Solipsismo


La mañana en que salí, era otoño. No me llevó mucho tiempo comprender que los demás habían cambiado de estado.

Parece ser que un día se respiró demasiado: todos inhalaron a la vez. Y así fue como sucedió. Abandonaron su estado sólido y se convirtieron en gases.

Sus emociones eran manifestadas mediante olores. Desagradables o no, según el tipo de emoción. Y sus afinidades con los demás, por solución o dispersión en el espacio. Las parejas muy unidas, por ejemplo, eran soluciones gaseosas flotando por la atmósfera. Y cuanto más enamoradas estaban, más alto flotaban.

Los más pudorosos vestían globos de colores. Los más osados, burbujas. Parecían llevar una vida tranquila, a pesar de que los vidrios estaban siempre empañados.

Supe más tarde que existían diferentes tipos de gases: algunos más leves y otros más densos. Dependiendo de la masa y del volumen, a presión y temperatura ambiente, claro. También me enteré de la vigencia de una nueva Constitución Nacional, basada en una única ley. La Ley del Gas Ideal. La misma indicaba que PV = nRT. Todo gas debe tener una presión que por el volumen sea igual al número de moles multiplicado por la constante Renault por la temperatura.

Al parecer, ese fue el motivo por el cual estuve encerrado tantos años. Ni más ni menos que por violar la Ley del Gas Ideal.

Hoy camino de nuevo por las calles. Entre ellos. A través de ellos. A veces me pregunto qué es lo que hago en un mundo habitado por gases.

Bueno, los respiro. Los inhalo, a veces. Otras, los exhalo.

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