
Lo esperó días enteros. Pero el leguleyo nunca apareció.
Los perros, creyéndola árbol, pasaban y orinaban en sus tacos. Las vecinas, la miraban desde lejos. Comentaban entre ellas cómo era posible que siguiera allí, en medio de la nieve, y con los brazos en alto.
Todos se preguntan si la construyeron en su memoria, o si es ella, que endureció de tanto esperar.
Los perros siguen orinándola. Pero las vecinas, no, ya no hacen comentarios.

¡Eran tan amigos antes! Ahora me piden que los dibuje, pero en renglones diferentes, por favor.
¡No se pueden ni ver!
Todo sucedió un día: tropezaron en la nieve, los unos con los otros.
El día de hoy, Torcuato se afeita todas las mañanas, Ferrante usa lentes de contacto verdes y Benito se transporta sobre ruedas por las calles. Pero siempre en renglones diferentes.
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