Miradas, lagañas y arañas


Entre sueños te sueño gritar, temblando de agonía. Y me despierto.

Y ya no sé si quiero verte.

Podría decirte que me picó una araña en el ojo, y que se me hinchó hasta alcanzar proporciones descomunales. Podría ser real. El caso es que estoy en una guardia. Esperando a que me atiendan. Mi ojo toma vida propia. “Un orzuelo” – dictamina la médica. ¡No! ¡No es un orzuelo! Pero a los médicos no se les discute. A los de guardia, menos. Compro las gotas para el orzuelo, entretanto, mi ojo sigue creciendo.

Te lo advierto. Ya no tendré la misma mirada. Mi ojo te mirará por sí solo, es un ente aparte ahora. Pero parece no alarmarte demasiado. Nada te alarma ya.

Y pienso, la araña no fue una buena excusa. Excepto que esta vez fue real. Pero las excusas reales son las menos creíbles. Siempre.

Así, una vez más, estoy sentada a tu lado. Tomando tu mano. No me quedan excusas. Me cuesta no verte.
A mi ojo también.

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